domingo, 3 de julio de 2011

Un homenaje retrospectivo a Maxi y Darío


Memoria para la Desmemoria
El 26 de Junio del 2002 eran asesinados dos militantes del campo popular. La Argentina se movía al calor del conflicto social y el pueblo salía a reclamar a las calles lo que le habían quitado tras casi treinta años de oscuridad y saqueo. Algunos habían elegido el camino de la conciliación y comenzaban a dialogar con el régimen, otros entendieron que al poder había que torcerle la mano.
Era invierno y un bigotón Aníbal Fernández desplegaba sus mejores dotes de espía para desarticular la Asamblea Nacional Piquetera, la SIDE decía que las FARC asesoraban a los delegados y los medios añoraban los tiempos de las botas y las
boinas verdes. Los protagonistas de esta historia existen todavía, reciclados en un relato histórico que los acepta como lo folklórico de las estructuras tradicionales, como lo simpático del circo de lo viejo que no termina de morir. El carácter netamente conservador de ese folclore mafiocrático, necesitaba enraizarse en una figura que reemplazara la picana por las escopetas, un abanderado de la insaciabilidad del principio persecutorio, un amigo del orden. Duhalde supo que esa descripción le sentaba perfectamente, se sabía triunfador, primus inter- pares. Había que garantizar la gobernabilidad, imponer el sueño devaluacionista de los grupos económicos concentrados, cumplir el mandato de las burguesías locales. Eran los tiempos del Riesgo País y la pesificación, y el invierno se notaba más porque el FMI nos desnudaba casi hasta dejarnos a la intemperie. Resistir, las cacerolas iban despareciendo y el sueño del proyecto emancipador debía ser repensado. En eso estaban Maxi y Darío, considerando cada uno desde su lugar como construir otra patria, más justa y solidaria. Eso es lo que nos hermana con ellos, la posibilidad de forjar un mañana diferente desde la intervención directa en la realidad. El compromiso con todxs, que implica entender algo que las madres nos enseñaron siempre, “el otro soy yo”. Y vaya si lo entendió Darío, dar la vida por Maxi, acompañarlo en el peor infierno, es un gesto de amor conmovedor, nunca visto. No disparen.
El fuego de la represión apaga esos ojos, enciende miles. El frio hiela los huesos, acaba por dejarnos la enseñanza de que el camino es sinuoso. Para las fuerzas populares la gran lección de todo ese período es la afirmación de su capacidad para poner tope a políticas antipopulares, y echar a un gobierno; pero también la comprobación de su incapacidad de capitalizar la crisis política; situación que es aprovechada por el viejo Partido Justicialista, cómplice del apogeo del neoliberalismo en tiempos de Menem, para reconvertirse con un discurso nacional, popular y progresista.
Tenemos el desafío de retomar ese proyecto, de combatir a quienes hoy se han cobijado en los asientos institucionales, de contarle a la sociedad nuestra verdad acerca de Solá, Duhalde, Fernandez, Vanossi, Juanjo Alvarez, Carlos Soria y tantos otros. La historia no es lineal y nos plantea encrucijadas. En un país de heridas abiertas, el fuego del 20 de diciembre sigue encendido, tenemos que echarlos a todos para construir un país diferente, ser nuestro propio gobierno.
Arco Iris intenta ser ese lugar donde la palabra circule para retomar esa historia, que se pasa contrapelo y se oye poco. Es fácil abrir los ojos, lo difícil es cerrarlos. Maxi y Dario nos enseñaron a ser mejores personas, porque los verdaderos compañeros son los que prefiguran los valores de la nueva sociedad. Seamos mejores personas, construyamos poder popular.  
Hasta la victoria siempre!

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