Aquel que haya sido un hombre alguna vez, ya sin luz cansado, con su rutina de existir y de comprar, de comprar palabras ajenas al por mayor
Quizá encuentre ante sus ojos, amarillento y añejo un viejo diario, unas fotos, un discurso, ínfimo pero imponente, casi cual otra imagen: ¡ASESINATO! y en las fotos: un epitafio...
quedando, recuerdos lejanos, seguramente, entre las penumbras de su pasado, y sin saber por que, ya no lo recuerda, quien ha de saber que ha pasado, estos años solo recuerdos lejanos, pero nunca pudo alejarse; cierta sensación angustiante, aun permanecía casi latente, semi oculta; evidente era, no habría sido una muerte como tantas, pero ¿en que se diferenciaba de tantas otras, muertes infundadas?
La respuesta no llega, tal vez fuese poca importancia, tal vez desdeño por las vidas pasadas, tal vez el presente la vista del pasado empañaba; poco tiempo en detenerse a contemplar la nada, quien anduvo sus años entre camiones obrajes o estancias, pero hubo un tiempo que, tal vez, su respuesta gritaba; volvía ya su nieto de la secundaria, cuando el noticiero hace un esparpanto al declamar con ufana voz de amenaza: “otra escuela más que esta tomada, mas las autoridades, ya toman cartas”, y aquel se dice casi sin palabras “que irrespetuosos andan” Y mira hacia la puerta anhelando la llegada, mientras su boca exhala, palabras escuchadas.
Pero pronto se da cuenta, lo reconoce por el timbre de su voz que cambia, el noticiero anuncia: “las sirenas estallan” cargando en su pecho latente una desgracia, las añejas fotos se le vuelven más nítidas, cual si pudiera palparlas; ve entre aquellas manos, acalladas, lapices que sangran, mientras su nieto enarbola una proclama: “no nos han de quitar los derechos, que emergieron desde el grito de su sangre en lágrimas”.
y tembloroso y aturdido, y sin aire y sollozando, su sentido del deber, ir a frenarlo, le reclama, y él habla, y otros hablan, aquel esta llegando, él tranquilo, la palabra aguarda; mas al mirarle interrumpe, provocando, de esta forma, la palabra: “si aquí estamos gracias a los hermanos, a aquellos que han luchado, no tenemos el derecho, de renunciar, al dolor de su llanto, somos hijos del dolor, unirse pues, es el deber, por defender aquella ... nuestra sangre derramada.”
y aquel, viejo, más viejo que hace un instante, se calla guardando para si las palabras, y calla, solo bajando la mirada, responde su figura demacrada, ¿Cómo respetar a quienes lucharon otras batallas, si no se respeta de igual modo, con la misma convicción, pasión y ansias a quienes libran, del presente las batallas? la vergüenza lo espanta, ¿adónde irán a parar tantas calladas palabras, tantos insultos gritados y los silencios maltratados? ¿Adónde llevara el viento tantas palabras manchadas? ¿quién, quién pudiera limpiarlas? Y recuerda, de las fotos, su epitafio de sangre y repitiendo se va perturbado: arrebataron sus derechos pero su sangre avanza.
eso si que es saber el momento adecuado para mandar un texto, este texto lo escribí en ENEOB, cuando los pibes de los secundarios estaban con todo, y claro la imagen de la noche de los lapices estaba presente.
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