jueves, 16 de junio de 2011

“Paco” Urondo, la palabra justa

Francisco “Paco” Urondo. Periodista, poeta, militante. Hombre clave en una época de gran fragor político en la Argentina. Su sagacidad característica como hombre de letras, su tenacidad para afrontar la persecución y la censura, su ejemplo y sacrificio militante por una sociedad igualitaria, su lucha hasta la muerte contra el terror, son solo algunos de los motivos que nos invitan a recordarlo. En la eterna búsqueda de la palabra justa…

Paco Urondo nació en el año 1930 en Santa Fe, en el seno de una acomodada familia liberal burguesa. El estilo Urondo tenía como una de sus principales aristas conjugar el goce estético de la poesía y juntarlo con la política, dándole siempre un compromiso social muy marcado a sus escritos. Entendía, tal como su gran amigo Rodolfo Walsh, que un intelectual que no se comprometía contra la sangría de su pueblo era una contradicción andante. Su prolífica obra como escritor y poeta contiene Historia antigua (1956), Breves (1959), Lugares (1961), Nombres (1963), Del otro lado (1967), Adolecer (1968) y Larga distancia (antología publicada en Madrid en 1971). Ha publicado también los libros de cuentos Todo eso (1966), Al tacto (1967); Veraneando y Sainete con variaciones (1966, teatro); Veinte años de poesía argentina (ensayo, 1968); Los pasos previos (novela, 1972) y su celebre libro de entrevistas La patria fusilada, sobre la masacre de Trelew en 1973. También ha colaborado en
varios guiones cinematográficos y ha adaptado para televisión la obra Madame Bovary de Flaubert. Fue director del departamento de letras de la facultad de filosofía y letras de la universidad de Buenos Aires en 1968. Como periodista trabajó en medios como Primera plana, la revista Crisis y el diario Noticias de su organización, Montoneros. Asimismo colaboró también con varios medios internacionales. Paco Urondo fue asesinado un día como hoy de 1976 en la localidad mendocina de Guaymallen, tras ingerir una pastilla de cianuro al verse rodeado por militares luego de una persecución, no obstante, lo remataron con dos disparos en la frente. Hoy tanto su obra como su ejemplo siguen en pie.                                                                    

La única verdad es la realidad

“Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.

Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el ángelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse,
a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.
Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973



No puedo quejarme
Estoy con pocos amigos y los que hay
suelen estar lejos y me ha quedado
un regusto que tengo al alcance de la mano
como un arma de fuego. La usaré para nobles
empresas: derrotar al enemigo– salud
y suerte–, hablar humildemente
de estas posibilidades amenazantes.

Espero que el rencor no intercepte
el perdón, el aire
lejano de los afectos que preciso: que el rigor
no se convierta en el vidrio de los muertos; tengo
curiosidad por saber qué cosas dirán de mí; después
de mi muerte; cuáles serán tus versiones del amor, de estas
afinidades tan desencontradas,
porque mis amigos suelen ser como las señales
de mi vida, una suerte trágica, dándome
todo lo que no está. Prematuramente, con un pie
en cada labio de esta grieta que se abre
a los pies de mi gloria: saludo a todos, me tapo
la nariz y me dejo tragar por el abismo.

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