Este 8 de marzo se conmemoró como desde hace 103 años, el día internacional de la mujer trabajadora.
Que se haya elegido ese día para homenajear a las mujeres no fue casual. Un 8 de marzo pero de 1908 en Nueva York cientos de mujeres empleadas de una fábrica algodonera se encontraban haciendo una protesta por los salarios bajos y las malas condiciones en las que todas ellas trabajaban, cuando los dueños de la empresa decidieron arrojar bombas incendiarias hacia ellas ya que no querían abandonar el reclamo dentro de su lugar de trabajo. Ese día murieron 129 mujeres, asesinadas por los dueños de la fábrica textil, solamente por exigir dignas condiciones laborales para ellas y sus familias.
Hoy, luego de tantos años, la situación de las mujeres trabajadoras no es la misma que en ese momento, pero sigue siendo muy dura para todas. En Argentina el 54% de las mujeres trabajadoras estamos precarizadas. ¿Qué quiere decir trabajadoras precarizadas? En la mayoría de los empleos a los que las mujeres logramos acceder, cobramos un 20% menos que los hombres, por realizar el mismo trabajo. Otro factor de la precarización laboral femenina es la falta de coberturas y beneficios sociales (obra social, seguro, aportes jubilatorios, licencias por maternidad, etc.) en comparación con los hombres. Y aun nos siguen despidiendo de algunos trabajos si quedamos embarazadas. También debemos recalcar el hecho de que existan trabajos y profesiones pensadas “solo para mujeres” como por ejemplo el servicio doméstico, la docencia, enfermería, la atención al público en productos para mujeres, etc. Al mismo tiempo que existen otros trabajos catalogados como “solo para hombres”, como los trabajos en los que hay que hacer demasiado esfuerzo físico o diferentes espacios de mando y poder dentro de una empresa o negocio.
Todas estas cosas pasan desde el momento en que las mujeres salimos de nuestras casas a buscar trabajo, pero, ¿qué pasa dentro de nuestros hogares? Todas y todos sabemos que en la mayoría de las familias las mujeres realizamos un trabajo: el de amas de casa y responsables de los cuidados del hogar y sus integrantes. Por ese trabajo las mujeres no recibimos un pago en dinero. Pero eso que hacemos tiene una importancia social enorme si nos ponemos a pensar que ese trabajo que las mujeres realizamos (lavarles, plancharles, cocinarles, etc.) le permite al resto de los integrantes de la familia tener más tiempo y más energía disponibles para hacer otras cosas que las amas de casa no pueden hacer, como por ejemplo trabajar fuera de casa y tener nuestro propio dinero, estudiar, disfrutar algún paseo, realizar actividades de ocio, etc. Si por un minuto nos preguntáramos porqué las mujeres somos las que realizamos casi siempre las tareas del hogar, no encontraríamos ninguna respuesta ni justificación, porque esta es una tradición, algo que existe desde hace mucho tiempo y por eso pensamos que es lo normal, que es lo correcto. Pero detrás de esa tradición las mujeres somos desvalorizadas y casi obligadas a cumplir un papel en la casa. Solo tenemos que mirar la tele un segundo para darnos cuenta que todas las propagandas sobre productos de limpieza y cocina tienen como personaje principal a una mujer desesperada por los cuidados de su hogar. Mientras el resto de la familia disfrutan los resultados del trabajo de la mujer.
Como dijimos, las mujeres nos encontramos en cierta medida en un lugar inferior al de los varones y los ejemplos sobran. Uno de ellos, el ejemplo más doloroso de desigualdad entre hombres y mujeres, es el terrible aumento de los casos de violencia hacia la mujer por parte de sus maridos, sus novios, sus parejas. Muchas veces por el desinterés de la justicia y el Estado y de la policía encargada de atender y tomar las denuncias, esa violencia termina de la peor forma: una mujer asesinada solo por ser mujer, solo por ser vista como una propiedad de los hombres, por ser tomada como algo inferior.
Por eso es necesario que las leyes sigan cambiando a favor de los derechos de las mujeres, que la justicia actúe en forma rápida ante una denuncia de violencia hacia una mujer o hacia sus hijos e hijas para evitar que pase lo peor, que podamos acceder a mejores derechos laborales y en igualdad con los hombres. También es necesario que repensemos como sociedad el lugar que ocupan las mujeres y el terrible esfuerzo que realizan día a día en cada hogar, para que tomemos la iniciativa de imaginarnos una forma en la que todos aportemos nuestra parte y podamos vivir en pie de igualdad, tanto varones como mujeres, con respeto y con comunicación. El camino hacia una sociedad más igualitaria no es fácil, lo sabemos. Se requiere el trabajo de todos y todas para pensar y dejar de cumplir los roles y estereotipos impuestos por ejemplo, por los medios de comunicación, que estamos acostumbrados a cumplir tanto mujeres como varones. Qué mundo tan distinto seria éste si un día los hombres se animaran a ser más sensibles sin ser tomados como “maricas”, o las mujeres podamos ser más rudas sin ser tomadas como “varoneras” por nombrar un solo ejemplo… Será cuestión de que los tiempos sigan cambiando, o mejor dicho, que entre todos y todas los sigamos cambiando.
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